Cuando el régimen comunista se desplomó, los ciudadanos soviéticos vivieron una paradoja difícil de explicar: hasta entonces habían dado por sentado que el sistema era inmutable, eterno, y sin embargo su derrumbe no los sorprendió. ¿Cómo podían convivir con sentimientos tan contradictorios? Alexei Yurchak, estudiante en San Petersburgo durante esa etapa de cambios traumáticos, nos cuenta con lujo de matices cómo era ese socialismo tardío, sin caer en la idealización ni en el esquematismo que se impuso en los años noventa.